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LA EXPERIENCIA DEL ACTOR

  • Foto del escritor: ETM
    ETM
  • 17 mar 2020
  • 13 Min. de lectura

Actualizado: 22 mar 2020

Un cómico, un actor, un hombre y su vida.

ENTREVISTA A RAFAEL CONTRERAS POR ANTONIA MAILLO.


Hay un sueño, entre todos los sueños que viven atrapados dentro de cada ser humano, con una identidad mayúscula, ese sueño es de tal fuerza que incluso ya diseña características en el feto dentro del útero materno. Es imposible que aquel que nace consciente de él deje de responder a sus coordenadas al mismo tiempo que va asimilando los colores de la vida. Sin duda Rafa Contreras, es una de esas personas que lucha por un sueño que jamás acabará por terminarse en su caminar por este mundo. Porque el mundo de la escena es eso, una lucha constante, por un sueño, donde dormir significa soñar como diseñar estrategias de lucha, caminos a seguir, donde lo tangible se vuelve a veces tan poco moldeable y resbaladizo como intentar retener el agua entre las manos. Al igual que el agua se va dejándote mojado, la escena te deja mojado de su esencia para siempre, su humedad permanece en tu interior de tal forma, que jamás te permite rendirte, porque tiene la magia de mil mundos, mil paisajes, mil personajes dentro de ti luchando por ser el alma de mil escenarios cautivando los ojos de infinidad de espectadores.





Es una reflexión personal que me permito como licencia analizando el dilatado Curriculum de este maestro de la escena. Es muy importante para todos aquellos que están, se incorporan, o se incorporaran en este tortuoso e incierto mundo del arte y la escena, donde tanto se trabaja sin recibir nada a cambio, porque el cambio es una divisa que sirve para sostener a unos pocos elegidos, quizá ni siquiera los mejores, si con más suerte. Para que nunca dejen de creer en ellos, en ese sueño que llevan dentro. Un sueño, es siempre una gran empresa, un gran proyecto futuro, por complicado o quimérico que parezca. Sin sueños a construir no hay futuro en nada, ni siquiera para el mundo.


Rafa, un placer y un honor contar con tu experiencia y confidencias, aquí en voz alta, porque estoy segura que tienes mucho que decir, y seguro que respondes a las expectativas de muchos jóvenes y otros no tan jóvenes que están cautivados por la magia del teatro, de la escena en general. Muchísimas gracias por tu generosidad.


Para empezar doblegando el frío por el calor de la buena tertulia te pregunto, ¿En qué momento de tu vida sientes la inquietud por la escena, y qué hecho en concreto te hizo ver que ese era tu futuro?

Me resulta difícil precisar el momento en que se produce esa inquietud; es más, yo tengo la sensación -cuando activo la moviola de mi memoria- de que mi atracción por lo escénico siempre estuvo ahí. De muy niño me fascinaban ya aquellos carnavales semiclandestinos que la gente por su cuenta y riesgo celebraba en la Montilla de los años 50 del siglo pasado. También yo en cuanto tenía ocasión jugaba a disfrazarme, a emitir programas de radio con discos dedicados que yo mismo iba cantando, a celebrar la misa como ayudante del cura… Fui músico en la banda municipal infantil, tambor en la banda de cornetas y tambores del Colegio Salesianos, formé parte también del coro de voces de la rondalla; y, cómo no, acabé ejerciendo de actor en las funciones teatrales de fin de curso, donde siempre conseguía un papel. Cuando yo tenía 14 años nos trasladamos a Valencia por decisión familiar y todo aquello quedó atrás, había otras prioridades a las que atender. Me puse a trabajar de aprendiz en un taller de soldadura, pero el espectro escénico no tardó mucho en reaparecer.


¿En tu núcleo familiar, padres, hermanos, cómo se veía esa inquietud y decisión?

Debo reconocer que por parte de mi familia nunca recibí presiones de ningún tipo, y eso que cuando yo me dediqué a esto ya había aprendido un oficio y tenía trabajo fijo. Supongo que tendrían sus preocupaciones, sobretodo mis padres; pero ellos siempre confiaron mucho en mí.


¿Cómo han sido los inicios del actor?

Eran años convulsos, y al mismo tiempo esperanzadores; aunque eso sí, inciertos en lo político. La dictadura franquista agonizaba en su propio lecho, y a pesar de que sus jefes aseguraban que todo estaba “atado y bien atado”, una gran parte de la sociedad española ya se esforzaba por respirar aires menos constreñidos. Por entonces yo estaba terminando mis estudios de arte dramático en Valencia. Mantuve mi trabajo en el taller hasta que surgió la posibilidad de enrolarme en uno de aquellos grupos de teatro independiente que desde finales de los años 60 proliferaron en España. Era un teatro al margen de los circuitos comerciales, muy desvinculado de la oficialidad imperante. Seguramente también era por mi parte una insensatez, porque aquello visto así, con una cierta objetividad, era lo más parecido a lanzarse al vacío en caída libre; pero supongo que a mis veinte años yo ya había asumido, no sé si consciente o inconscientemente, que todo lo que tuviera que ver con la libertad, con la creación artística, con eso que llaman ahora “abandonar tu zona de confort”, pues que tendría que afrontar riesgos, y que si no lo hacía a los veinte años no lo iba a hacer nunca. Así que bendita insensatez, porque no me arrepiento de haberlo hecho.





¿Visualizas este futuro para tus hijos, o mejor, si ellos por propia iniciativa no eligen la escena como profesión se la recomendarías?

A ver, no nos engañemos, esto que decía antes de “arrojarse al vacío en caída libre” iba en serio. Este es uno de esos oficios que requiere una vocación auténtica y espartana. Puede que la primera capa que te fascina o te atrae de él al principio tenga que ver con la parte más frívola o superficial: el famoseo, la notoriedad, incluso una cierta catarsis falsa disfrazada de Arte, así, con mayúsculas… Es como la pasión esa ciega del enamoramiento que luego se desinfla. No es posible mantenerse demasiado tiempo en una nube de apariencias. Si en tu relación con este oficio es amor lo que sientes, ahí empieza una verdadera carrera de fondo. No hace mucho, dos alumnos de la Escuela de Teatro de Montilla me comentaban su intención de dar un paso más y cursar estudios superiores en Arte Dramático. Sus nombres son Claudia y Rafa. Ambos forman parte del primer grupo de niñas y niños que empezó en la ETM cuando mi sobrina Ana puso la escuela en marcha. He seguido la evolución de ese grupo que ya hace tiempo que dejaron de ser niños. Ahí hay gente, entre los que están Rafa y Claudia, que no hay más que verlos en BURKA O YERMA SOÑADA, tanto en ensayos como en la representación, para entender que poseen esa vocación incondicional a la que me refería antes: disciplina, sensibilidad, sentido ético y estético, actitud generosa.., en definitiva amor por este oficio. Por supuesto que les queda mucho que aprender, yo a mi edad también aprendo viéndolos a ellos, incluso tendrán que enfrentarse a situaciones amargas, este es un oficio donde continuamente te están poniendo a prueba. Pero volviendo al meollo de tu pregunta: a un hijo mío no le recomendaría en principio que se dedicara a esta u otra profesión parecida. A no ser que lo viera tan ilusionado, tan predispuesto, tan capaz como he podido ver a algunos de estos chicos que te acabo de comentar.


¿En algún momento has sentido la necesidad de dejar caer el telón para siempre en tu carrera?, y si ha sido así, ¿Porqué?

Cuando yo empecé, tanto la formación como los medios de que disponíamos eran muy precarios. Pero a mí eso entonces no recuerdo que me preocupara. En aquellos grupos de teatro independiente la realidad nos condenaba a ser dependientes de casi todo: de la casa de nuestros padres, donde siempre hallabas comida y ropa, de gente solidaria que te alojaba cuando actuabas lejos de tu ciudad, de asociaciones vecinales, institutos, universidades o parroquias de curas progres que hacían el esfuerzo de programar actuaciones; y eso que la censura franquista apretaba lo suyo… También en esos grupos de teatro había gente que se lanzaba a aquello como una experiencia vital y que luego lo fue dejando, entre otras cosas porque tenían alternativas: alguna carrera universitaria acabada o por acabar, algún negocio familiar… Y estábamos los resistentes, los que además de tener una vocación algo más sólida se nos había metido entre ceja y ceja el hacer de aquello una forma de vida digna. Nos repartíamos el trabajo y nos tocaba hacer un poco de todo: conducir la furgoneta, cargar y descargar, montar y desmontar, construir decorados, vestuario, iluminar el espacio escénico… Allí nunca te aburrías, incluso hubo gente que acabó por especializarse en algunas de estas tareas e hizo de ello su medio de vida. Ya en la etapa democrática (1978) propuse a unos compañeros y amigos del Pequeño Teatro de Valencia montar un espectáculo de payasos, aproximándonos desde nuestra condición de actores a ese tipo de personajes clásicos del circo. Les entusiasmó la idea y nos pusimos a ello. Investigamos, nos documentamos y descubrimos que esos personajes, dotados de sustancia dramática, daban mucho juego. En realidad no hacíamos circo, hacíamos teatro. Esto en España se puso de moda unos años más tarde, pero nosotros fuimos pioneros. Total que, dentro de nuestra modesta condición de humildes faranduleros, aquello resultó un “pelotazo”. Se nos empezó a conocer por toda España y trabajábamos con un éxito y una continuidad desconocida hasta entonces. Ya en los años 80 trabajamos durante un tiempo para TVE (la única, entonces) en el programa infantil “La cometa blanca”, con sketches preparados previamente por nosotros. Aquello nos dio un cierto caché, y en mi caso me facilitó el hecho de vivir más desahogadamente y de intentar prepararme en algunas facetas de este oficio que a mí también me encantan, sobretodo la dramaturgia y la dirección, que luego me fueron muy útiles cuando emprendí mi etapa en el doblaje. Así que fui encadenando cosas, y antes de que bajara un telón ya estaba yo subiendo otro. Aun así, este mundillo suele estar siempre en crisis, y no voy a negar que ha habido momentos difíciles; pero no recuerdo yo haberme planteado abandonarlo, entre otras cosas porque cuando te quieres dar cuenta te has hecho mayor y ya no sabes qué otra cosa podrías hacer.


¿Qué ha significado, y significa ser actor para este hombre que se ha construido a lo largo del tiempo?

Mi conclusión al cabo de los años es que en este oficio uno nunca acaba de aprender del todo. Alguno de mis maestros suele decir que ser actor es algo muy difícil y que actuar es muy fácil, puesto que todos los seres humanos actuamos continuamente. Esto puede parecer una exageración, pero si bien se medita, hemos de reconocer que en nuestras relaciones sociales, e incluso en las familiares, rara vez no actuamos… Y en las redes sociales ya.., ni te cuento. En la vida cotidiana actuamos movidos por intereses que pueden o no ser legítimos, pero que nos llevan, consciente o inconscientemente, a decir unas cosas, a callar otras; incluso a mentir a sabiendas en situaciones muy críticas. Y no vale simplificar diciendo que somos buenos o malos… En uno de sus escritos Pio Baroja dijo que el ser humano es un enigma para los demás y para sí mismo, y que su sinceridad es siempre relativa, y su franqueza también… Esta complejidad del ser humano a la que alude el escritor es lo que hace sumamente difícil la labor de los actores y las actrices. Ten en cuenta que actuamos como intérpretes de unos personajes que pertenecen a un diseño artístico previamente elaborado por un autor, y no somos meros comparsas, somos fundamentales para que esa historia se transmita al público con claridad y coherencia. Un personaje dramático si está bien construido no puede ser plano, tiene que mostrar sus aristas, sus contradicciones. No podemos actuar a capricho.





¿Qué consejos se le pueden dar a quienes empiezan ahora en este mundo de la escena?

Ante todo yo les diría que se diviertan, que se ilusionen, que se preparen, que lean teatro, literatura, poesía.., que observen, que se documenten. El teatro, aunque únicamente lo ejerzas como un hobby es muy enriquecedor, te ayuda a conocerte, te relaciona con los demás, te da perspectiva; reúne a su vez múltiples facetas artísticas… Y ya si quieren adentrarse en el arte de la interpretación les diría que tengan en cuenta que preparar un personaje no consiste ni mucho menos en memorizar un texto y ya está. Es preciso estudiar a fondo su discurrir por la trama, lo que ese personaje representa dentro de ella, su relación con los otros personajes, los motivos de la obra, la época en que ésta transcurre, las intenciones del autor… De todo ello irán surgiendo preguntas cuyas respuestas, poco a poco, le ayudarán a entender algunas de las claves del comportamiento de su personaje, su línea de pensamiento. En un buen diseño dramático no hay que dar nada por supuesto. El punto de vista del personaje conviene entenderlo bien para poder defender los motivos que le llevan a actuar de una manera y no de otra. Es una elaboración artística, y aunque el resultado sea muy parecido a como solemos actuar en la vida real, la ficción tiene sus propios códigos, lo que nos obliga a mantenernos siempre dentro de las circunstancias del personaje y de la obra.


Centrándome un poco en el joven Rafa con su mochila de sueños, me imagino que aún quedan muchos sueños aún niños, que pelean su adolescencia por llegar a ser adultos. ¿Qué queda de ese joven Rafa, de ese sueño por realizar, por innovar y sorprender en los escenarios?

No sé si sabría contestarte a esa pregunta… Cuando has vivido tan al albur de circunstancias que escapan a tu control me parece que esas cosas carecen de trascendencia. ¿Los sueños te eligen o los eliges tú...? Francamente, no lo sé. Yo no recuerdo haber tenido eso que llaman “delirios de grandeza”. La periferia de este oficio exige a veces cosas que a mí no suelen gustarme, como es estar siempre de acá para allá asistiendo a castings, buscando relaciones para hacerte visible… Y, ojo, que yo eso no lo critico, me parece lógico y hasta necesario. Pero no va mucho con mi carácter. Supongo que me dediqué a esto porque quería divertirme, pasármelo bien. Si hago balance.., de todo ha habido: alegrías, desengaños, renuncias, buenos ratos, incluso momentos álgidos… Me jubilé hace unos años y eso me permite vivir el oficio con más gozo y menos premura, de hecho no me considero retirado. Uno de mis sueños más preciados también ha sido disponer de tiempo para mí, lo que me permite dedicarme mucho a la trastienda de este oficio, donde se aprende mucho. Asisto dos veces por semana a los talleres de entrenamiento actoral de Atelier del Drama en Valencia y participo como actor de la compañía en ESPECTROS, una obra de Henrik Ibsen. Una experiencia para mí muy enriquecedora. También formo parte de la junta directiva de la AAPV, nuestro sindicato valenciano.


Has trabajado en diferentes facetas, teatro, cine, televisión, doblaje, con cuál de ellas te has sentido más cómodo, más identificado, y también, cual ha retribuido más beneficio a tu carrera?

A mí el cine me atraía mucho, pero mi paso por él como actor ha sido muy fugaz, así que poco puedo decir, aunque como espectador he sido siempre muy cinéfilo. En televisión he trabajado algo más, pero allí va todo muy deprisa y mi manera de entender este trabajo va por otros derroteros. En el teatro me he sentido muy a gusto porque casi siempre podía elegir, y eso se lo debo al doblaje, que durante veinticinco años me permitió una estabilidad económica como actor y director artístico.


Se es actor sin duda en todos esos registros de la escena, y me imagino que en todos es bueno participar, sin embrago, al margen de ti, donde crees, que el actor es más actor?

En el teatro, sin duda. Es el origen de todo lo demás.





¿Qué ha significado para ti, tu incursión en el mundo de la televisión?, Sobre todo tu trabajo aquí ha sido el mundo del niño, ¿Es más fácil llegar, empatizar con el mundo infantil que con el adulto?, ¿En cuál te sientes más cómodo?

Guardo un buen recuerdo de mi intervención con PTV-Clowns en los programas “El Carro de la Farsa” y el infantil “La cometa blanca” para Televisión Española. Nosotros llegábamos al plató con nuestras historias preparadas y ensayadas, y el realizador dirigía la grabación. Tuvimos mucho éxito con los niños, pero en las funciones en directo no son un público incondicional, en cuanto se aburren o no les gusta lo que ven te lo hacen saber. A mí me gusta más decir “teatro para niños”, en vez de “teatro infantil”; infantil lo veo más cuando son niños los que lo representan. Yo, si la cosa funciona, me encuentro igual de cómodo que con el público adulto.


Eres un prodigio en el doblaje has hecho hablar en valenciano a Woody Allen…., ¿ Que se siente al doblar a un personaje de esa talla, o a actores como Mickey Ronnie y Jerry Lewis?..., ¿Cómo ves el doblaje, algo accesorio a la escena, o es escena también?

A esos grandes actores lo primero que se siente al doblarlos con tu voz es muchísimo respeto y muchísima responsabilidad. Algo de razón tienen quienes se quejan de que se les doble, pero el cine y las múltiples series que en la actualidad se producen para televisión y plataformas colindantes, es una industria que necesita muchos beneficios para seguir funcionando, y está claro que si doblan sus productos es porque el mercado lo exige. Así que ese es un debate que no tiene porqué afrontar un sector profesional cuya principal misión es hacer bien su trabajo. La misión principal del actor o actriz de doblaje es servir al modelo que se le muestra en pantalla. Y eso requiere formación dramática, disciplina, preparación, versatilidad… Es un trabajo anónimo que exige mucha concentración. Allí no hay más escena que lo que sucede dentro de la pantalla, no hay trampa ni cartón. Si la voz no se corresponde con el modelo, o la interpretación es deficiente o se produce alguna falta de sincronía, el resultado te pone en evidencia en cuanto lo ves y lo escuchas. Es una disciplina peculiar que necesita también buenos intérpretes, aunque en muchas ocasiones el ritmo de trabajo que impone la industria puede llegar a condicionar el resultado.


Finalizo con una sugerencia muy importante, motivadora para todos los que sienten la interpretación como algo más que una profesión, como algo latente en su ser que puja por salir, y que sin duda acabará siendo el gran motivo de su existir… ¿Qué consejo le darías para renovarse, aún en la dificultad que conlleva abrirse camino en este campo como profesión?

Es muy importante que se formen bien, que se preparen… Antes dije que cuando yo empecé, la formación era muy precaria; recibías algunas clases de declamación, historia del teatro y poco más. Tenías que aprender de lo que veías hacer a otros profesionales, lo que a veces te inducía a imitarlos, y de ahí al cliché no hay más que un paso. Afortunadamente eso ha ido cambiando con los años y en la actualidad ha mejorado mucho, en mi opinión, lo que quiere decir también que la competencia es fuerte. Luego está la cuestión laboral del asunto, que siempre ha sido difícil y precaria en este oficio, aunque, a decir verdad, el panorama laboral en cualquier gremio ya hace años que en nuestro país anda de capa caída.





Rafa, para mí las despedidas son siempre “Hasta Pronto”, muchísimas gracias por tu lección de vida, y va a ser para mí un placer contemplar como el telón baja en tu vida solo para reflexionar que nueva tienes que ofrecer a este mundo que sin cómicos, actores caería en la estática y pre-juiciosa norma de lo encorsetado y absurdo.



 
 
 

1 Comment


Antonia Maíllo
Antonia Maíllo
Mar 24, 2020

Sin duda haber podido hacer esta entrevista, ha sido todo un honor para mi. Poder sondear en la vida profesional de un actor como Rafael Contreras , su pensamiento y sabiduría sobre el mundo del espectáculo,es un regalo otorgado por la gentileza, y generosidad de La Escuela de Teatro de Montilla, de su directora Ana Contreras, un lujo para una humilde enamorada del mundo del la escena, y de las letras, Gracias Rafael, y Gracias Ana...

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